En las últimas semanas he tenido que salir al paso de distintas manifestaciones que intentan equiparar el agua del grifo con las aguas minerales. No alcanzo a entender el interés que se persigue con este afán, pero cualquiera que éste sea, considero que confundir al ciudadano no es la mejor fórmula para cumplir un objetivo.
Las aguas minerales y el agua del grifo son dos productos totalmente distintos que nunca podrán ser comparados. En primer lugar, porque, desde un punto de vista formal, las aguas minerales son un alimento, según reconoce el Derecho Alimentario Español, mientras que las segundas son un servicio público.
Además de esa primera diferencia, son muchas las características que definen a las aguas minerales naturales frente al resto de las aguas. La primera de ellas es su procedencia. Mientras que el agua del grifo es, casi siempre, de procedencia superficial, las aguas minerales tienen siempre un origen subterráneo, lo que hace que estén protegidas contra los riesgos de cualquier tipo de contaminación exterior.
Origen de las aguas minerales
Así, las aguas minerales son aguas puras y bacteriológicamente sanas en origen que no necesitan ser tratadas ni química ni microbiologicamente para su consumo, por lo que llegan al consumidor con la misma pureza original, con la misma riqueza mineral y con las propiedades saludables que presentan en el manantial. Estas aguas se envasan en el mismo manantial, mediante procesos absolutamente cerrados y automatizados que cuidan y preservan el agua para protegerla de cualquier contacto con el exterior y para que su pureza se mantenga inalterable hasta llegar al consumidor.
Origen de las aguas de grifo
Lo anterior no quiere decir que el agua del grifo no pueda ser buena o que no apoye la puesta en marcha de cualquier tipo de iniciativa encaminada a conseguir un servicio público de suministro de agua de calidad. Todo lo contrario. Como ciudadana, exijo a mis autoridades que garanticen un agua del grifo de calidad. Es un servicio público imprescindible que caracteriza a cualquier sociedad moderna. Es, incluso, un derecho. No puedo imaginar una vida sin agua del grifo. No poder ducharme cada mañana, no poder lavarme las manos cuando lo necesite, no poder poner la lavadora o el lavaplatos, no poder fregar ni limpiar mi casa e, incluso, no poder regar mis plantas.
En España existen más de un centenar de aguas minerales diferentes. Cada una tiene su particular composición química, que le otorga personalidad propia y un sabor único. Me gustaría acabar este comentario invitando a todos los ciudadanos a conocer en mayor profundidad la riqueza y la cultura de las aguas minerales de sus zonas. De verdad que merece la pena.